Ya tenemos aquí el mes de noviembre y, con él, el recuerdo esperanzado de nuestros difuntos. Y todo empieza por el final, por la victoria definitiva de aquellos hombres y mujeres que, como Pablo, han corrido bien la carrera de la vida y ahora sólo esperan la corona prometida. Se trata de los santos, los elegidos, los que han triunfado en Dios y disfrutan ya de la plena felicidad, en un mundo sin luto, sin llanto ni dolor. Y con la mirada puesta en Dios rezamos por los fieles difuntos, lo hacemos con nostalgia, puede que con dolor, pero siempre con esperanza. No son zombis que deambulan por nuestras calles pidiendo caramelos o lanzando huevos a las fachadas. Son, queremos que sean, la punta de lanza de una victoria anunciada y realizada en Cristo resucitado; son el sepulcro vacío y el alba de una mañana luminosa que cambia la perspectiva de la vida y de la muerte.
Lo celebraremos cristianamente, tanto la Solemnidad de todos los santos, como el día de los fieles difuntos.
El día 1 tenemos misa a las 11,00 y a las 12,30 en la parroquia y a las 16,00 en el cementerio; el día 2 la misa por los difuntos es a las 10,00 en la parroquia.
